Se propone
analizar críticamente uno de los textos propuesto por la Cátedra con el objetivo de
desarrollar un mapa de ideas a partir del mismo. El trabajo consistirá en
elaborar un documento escrito donde se desarrollará el análisis, de un máximo
de 2 carillas (A4, interlineado simple, Arial 11), más una carilla A3 para un
“mapa” que grafique conceptos, autores, temas y relaciones.
El mapa de
conceptos es una descripción crítica de la manera en que las ideas en torno al
Urbanismo se despliegan y desarrollan. No pretende ser una secuencia histórica
omnicomprensiva, sino un esquema de ideas relacionadas ya sea por el debate
teórico, tanto como por la realización práctica.
Las ideas
urbanísticas no son ideas aisladas que surgen de inquietudes personales, sino
que refieren, más o menos directamente, a la cultura de la época y a las
problematizaciones específicas que una sociedad se plantea. A su vez el debate
sobre ideas y teorías, evoluciona en el tiempo, dando lugar a ideas
contrapuestas y/o complementarias, las cuales alimentan el discurso de la
disciplina. La construcción de teoría supone la acumulación de ideas, su
interrelación y la incorporación a un cuerpo de conocimientos que crece
progresivamente con los aportes de cada generación.
El
objetivo del ejercicio, consiste en una construcción teórica, en rastrear
posibles secuencias de debate y develar la trama de las relaciones establecidas
en el pensamiento urbanístico a partir de uno de los siguientes textos:
1. Alexander, Christopher - La ciudad no es un árbol
(…)Tomemos
por ejemplo la separación de peatones y vehículos en movimiento, un concepto de
árbol propuesto por LE CORBUSIER, LOUIS KAHN y muchos otros. A un nivel muy
básico de pensamiento, esta es obviamente una buena idea. Es peligroso que
circulen vehículos a 90
kilómetros por hora en contacto con los niños pequeños,
que caminan tambaleándose. Pero no siempre es una buena idea. En ciertos casos,
la ecología de una situación exige justamente lo contrario. Imagínese a usted
mismo saliendo de una tienda en la Quinta Avenida ; ha estado toda la tarde haciendo
compras, sus brazos están llenos de paquetes, necesita beber algo, su esposa
está cansada. ¡Gracias a Dios que hay taxis!
Todavía el taxi puede cumplir con su función
porque los peatones y vehículos no están estrictamente separados. El taxi vacío
necesita una corriente rápida de tráfico de manera que pueda cubrir una amplia
área que le asegure encontrar un pasajero. El viandante necesita poder llamar a
un taxi desde cualquier punto del mundo del peatón, y debe poder bajarse en
cualquier parte de ese mismo mundo. El sistema que contiene a los taxis
necesita solapar el sistema del tráfico rápido de vehículos con el sistema de
circulación de los peatones. En Manhattan, los peatones y los vehículos
comparten ciertas zonas de la ciudad, y la necesaria superposición está
garantizada (figura 7).
Otro concepto favorito de los teóricos del
Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) y otros es el de separar
el recreo de todo lo demás. Esto ha cristalizado en nuestras ciudades reales
bajo la forma de los patios de juego o parques infantiles. Estos patios de
juego, asfaltados y cercados, no son más que un reconocimiento plástico del
hecho de que el juego existe como un concepto aislado en nuestras mentes. No
tiene conexión con la vida del juego propiamente dicha. Pocos chicos que se
precien acuden por iniciativa propia a jugar a estos espacios vallados.
El juego mismo, el juego que los chicos practican,
es diferente cada día. Un día puede desarrollarse a cubierto, otro día en una
simpática estación de servicio, otro en un edificio abandonado, otro en la
orilla del río, otro en una obra en construcción paralizada durante el fin de
semana. Cada uno de estos juegos, y los objetos que requieren, forman un
sistema. No es verdad que estos sistemas existan separados, aislados de los
otros sistemas que componen la ciudad. Los diversos sistemas se superponen unos
a otros y además se superponen a muchos otros sistemas. Las unidades, los
lugares físicos reconocidos como lugares de juego, deben hacer lo mismo.
En una ciudad natural, esto es lo que sucede. El
juego se produce en miles de lugares, llena los intersticios de la vida adulta.
A medida que juegan, los chicos se empapan de lo que les rodea. ¿Cómo puede un
niño empaparse de lo que le rodea desde un corral cercado y aislado del
exterior? No puede.
2.
Arredondo, Isabel Arteaga. Teoría y práctica del proyecto urbano. La
experiencia europea a finales del siglo XX
La nueva posición
consideraba la ciudad como una obra en constante transformación pero objeto de
intervención. Se asumía el compromiso de incidir físicamente en la construcción
de la ciudad que implicaba una transformación de carácter voluntario. Y ésta
transformación vinculaba tres aspectos:
- La referencia a la
globalidad urbana está relacionada con la necesidad de articular el proyecto
urbano, con el planeamiento o bien con las decisiones que se tomen para la
ciudad en su totalidad, así como con la capacidad de transformación que debe
tener el proyecto urbano, en un entorno más amplio que sus propios límites. La
importancia del proyecto urbano no está dada por su dimensión, sino por la
incidencia estructural en la ciudad, ya sea por su posición estratégica, por su
programa público, colectivo o polifuncional o por tratar elementos de
infraestructura de amplio abasto territorial y urbano. En resumen por buscar
resolver diferentes escalas de problemas, y en tanto, la urbanidad del proyecto
está en afrontarlas y resolverlas.
- Las condiciones del lugar
sugieren que es necesario comprender la naturaleza del fenómeno urbano para
afrontar la construcción de un nuevo espacio. Según Devillers (1994) el
proyecto urbano implica pensar en el reconocimiento de lo que existe en un
lugar: los trazados, los sustratos, los movimientos, los flujos y las
fundaciones sobre las cuales se apoya para establecer fundaciones nuevas y
fundaciones que vendrán después. Esto implica trabajar en forma inductiva desde
las condiciones del lugar y generalizar desde lo particular.
- La concreción material
arquitectónica supone la formalización de las actuaciones que configuran
espacios urbanos, públicos y privados y se confía en la intervención física
como motor de la transformación urbana. El proyecto urbano es una actuación
acotada, con límites claros, que combina varios contenidos: diversidad de
actividades, de usuarios, de espacios y ritmos temporales y por supuesto, el
ordenamiento del espacio en términos de forma y dimensión. Aquí el espacio público
cumple un papel protagónico, por considerarse el lugar más democrático y
significativo de la ciudad.
3. Augé, Marc -
Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana.
(Partiremos, si les parece bien, de la
constatación de dos paradojas.)
La primera nos concierne a todos. Continuamente
escuchamos hablar de globalización, de uniformización, hasta de
homogeneización; y de hecho la interdependencia de los mercados, la rapidez,
cada día más acelerada, de los medios de transporte, la inmediatez de las comunicaciones
por teléfono, fax, correo electrónico, la velocidad de la información y también
en el ámbito cultural, la omnipresencia de las mismas imágenes, o, en el ámbito
ecológico, la llamada de atención sobre el alza de la temperatura de la tierra
o la capa de ozono, nos pueden dar la impresión de que el planeta se ha vuelto
nuestro punto de referencia en común.
Esta planetarización puede, según los ámbitos que
afecte y la opinión de los
observadores, parecer como algo bueno, un mal menor o un horror, pero es, de
todos modos, un hecho. Por un lado, sin embargo, vemos multiplicarse las
reivindicaciones de identidad local con formas y a escalas muy diferentes entre
unas y otras: el más pequeño de nuestros pueblos ilumina su iglesia del siglo
XVI y exalta sus especialidades (Thiers, capital de la cuchillería, Janzé, cuna
del pollo de granja); o bien los idiomas regionales recobran su importancia. En
Europa y en otras partes del mundo los nacionalismos renacen o se vuelven a
inventar. Los resurgimientos religiosos se fundan en un pasado recuperado o
reconstruido (la religión maya, el movimiento de la mexicanidad en América
Central, el neochamanismo en Corea del Sur). Los integrismos se generan, con
más o menor vigor, en el seno de religiones basadas en textos sagrados. Estas
reivindicaciones de singularidad a menudo están en relación (en relación
antagonista) con la mundialización del mercado y tal vez asistimos hoy en día,
en Rusia, en América Latina o en Asia, a fenómenos que no son signos exclusivos
de lógicas monetarias, bursátiles o incluso económicas. Aquí, otra vez, las
opiniones pueden diferir, pero para el conjunto, cada uno puede constatar
felizmente que el mundo no está definitivamente bajo el signo de la uniformidad
y a la vez inquietarse ante los desórdenes y las violencias que genera la
locura identitaria.
4. Berger, John - Lila y Flag
Es posible que hayas estado en Troy sin reconocer la
ciudad. La carretera desde el aeropuerto es como las de otras muchas grandes
ciudades del mundo. Es una autopista y con frecuencia está embotellada. Sales
de los edificios del aeropuerto, que parecen naves espaciales a medio acabar,
pasas los aparcamientos atestados de coches, los hoteles internacionales, dos o
tres kilómetros de alambrado, campos baldíos, algún rebaño perdido, vallas que
anuncian Coca-Cola, depósitos, una cementera, las primeras chabolas, naves
industriales, los pasos elevados de las autopistas de circunvalación,
ciudades-dormitorio, una parte de la antigua muralla de la ciudad, los barrios
antiguos arbolados, calles comerciales abarrotadas, los nuevos, dorados,
edificios de oficinas, algunas cúpulas y altos campanarios, y finalmente has
llegado a la acrópolis de la abundancia.
Si vuelves a Troy, reconocerás a Zsuzsa. Es imposible
que no la distingas entre los miles de rostros que llenan las calles y esquinas
y estaciones de todas las ciudades noche tras noche. La reconocerás incluso de
lejos. Tal vez estará cantando a cambio de unas monedas en cualquier estación
de la línea de metro de Eddington. Tal vez estará sentada, esperando, con la
falda subida hasta medio muslo y las piernas cruzadas, en la barra de algún bar
de Sankt Pauli. Tal vez estará casada y con varios hijos, y cuando te la cruces
vaya empujando un cochecito de niño. No puedo saberlo, pues su vida todavía no
ha concluido.
Tal vez la reconozcas en una de las naves de Santa
Bárbara, adonde habrá ido a rezar. Wislawa irá siempre que pueda a esa misma
catedral a pedir por Rama y por Sugus. Pese a todo lo que ha perdido, a su
pobre salud, a su poca vista, a sus estrecheces, Wislawa sacará fuerzas para
seguir un poco más, pues se ha posado en el árbol de Dios. No sé si las dos
mujeres se encontrarán alguna vez allí, donde los mosaicos del suelo cuentan la
historia de san Jorge.
Tal vez sea en el Champ-de-Mars donde descubras a
Zsuzsa, y ella irá camino de la cárcel a visitar a alguien. Si te atreves a
acercarte al Cerro de las Ratas, tal vez esté viviendo allí en otra chabola, y
parecerá una anciana.
La pobreza, la pérdida, el dolor, la pasión, el tiempo
o el dinero habrán marcado sus ojos, sus manos, su boca y la manera de mover
las manos y la manera de poner los pies, pero no creo que hayan cambiado su
alma, pues para jugar contra este mundo, tendrá que seguir creyendo, y haciendo
creer a otros, que es su centro, su trofeo, su capital; y probablemente tiene
razón.
Si dudas y te preguntas si será realmente ella —y
tienes la suerte de tenerla cerca—, podrás saber por los dos dientes que le
faltan y por las largas cicatrices de la cabeza, tapadas sólo en parte por sus
revueltos cabellos, antes tan negros... que es la verdadera Zsuzsa.
No te atormentes, pequeñito. ¡Vuela! Todo irá bien.
Vuela, amor mío.
5. Calvino, Italo - Las
ciudades y los signos. 3
El hombre que viaja y no conoce todavía la ciudad que
le espera al cabo del camino, se pregunta cómo será el palacio real, el
cuartel, el molino, el teatro, el bazar. En cada ciudad del imperio cada
edificio es diferente y está dispuesto en un orden distinto; pero apenas el
forastero llega a la ciudad desconocida y pone la vista en aquel conglomerado
de pagodas y buhardillas y Henares, siguiendo el entrelazarse de canales
huertos vertederos, distingue de inmediato cuáles son los palacios de los
príncipes, cuáles los templos de los grandes sacerdotes, la posada, la prisión,
los bajos fondos. Así --dice alguien-- se confirma la hipótesis de que cada
hombre lleva en su mente una ciudad hecha sólo de diferencias, una ciudad sin
figuras y sin forma, y las ciudades particulares la rellenan.
En Zoe no es así. En cada lugar de esta ciudad se
podría sucesivamente dormir, fabricar herramientas, cocinar, acumular monedas
de oro, desvestirse, reinar, vender, consultar los oráculos. Cualquier tejado
piramidal podría cubrir tanto el lazareto de los leprosos como las termas de
las odaliscas. El viajero da vueltas y vueltas y sólo tiene dudas: como no
consigue distinguir los puntos de la ciudad, se le mezclan incluso los puntos
que en su mente son distintos. De esto deduce lo siguiente: si la existencia en
todos sus momentos es enteramente ella misma, la ciudad de Zoe es el lugar de
la existencia indivisible. ¿Pero entonces, porqué la ciudad? ¿Qué línea separa
el dentro del fuera, el estruendo de las ruedas del aullido de los lobos?
6.
Fitzgerald, Francis Scott - El Gran Gatsby
La mayor parte del tiempo me la pasaba trabajando.
Temprano en las mañanas el sol lanzaba mi sombra hacia el oeste, mientras
caminaba de prisa por los abismos de la parte baja de Nueva York para llegar
Probity Trust. Ya conocía a los otros empleados y a los jóvenes vendedores de
bonos por su nombre de pila y almorzaba con ellos, en oscuros y atestados
restaurantes, salchichitas de cerdo con puré de papas y café.
Tuve incluso una relación romántica breve con una
chica que vivía en la ciudad de Jersey y trabajaba en departamento de
contabilidad, pero su hermano comenzó a lanzar miradas de desconfianza en mi
dirección, así que, cuando llegaron las vacaciones de julio, dejé que la cosa
se enfriara sin hacer nada.
Por regla general cenaba en el Club Yale -no sé
por qué éste era el momento más deprimente del día-, y luego subía a la
biblioteca a estudiar sobre inversiones y papeles durante una juiciosa hora.
Había por lo general unos cuantos juerguistas por ahí, pero como nunca entraban
a la biblioteca, era éste un buen sitio para trabajar. Después, si la noche
estaba bonita, me iba a pasear por la avenida Madison, más allá del viejo hotel
Murray Hill, y pasando la calle 33, hasta la estación Pennsylvania.
Me empezó a gustar Nueva York, la sensación
chispeante de animación nocturna y la satisfacción que el constante revoloteo
de hombres, mujeres y máquinas le dan al ojo inquieto. Me gustaba caminar por la Quinta Avenida ,
elegir entre la muchedumbre románticas mujeres e imaginar que en un momento yo
entrarla en sus vidas y que nadie lo sabría o podría reprochármelo. Algunas
veces, en mi mente, las seguía hasta sus apartamentos en las esquinas de calles
recónditas, y ellas se volteaban y me devolvían una sonrisa antes de
desvanecerse por entre una puerta en la cálida oscuridad. En el encantador
crepúsculo metropolitano sentía a veces que me atenazaba la soledad, y la
sentía en los demás: en los empleaduchos que deambulaban frente a las vitrinas,
esperando que fuera hora de una solitaria cena en algún restaurante, jóvenes
empleados desperdiciando en la penumbra los momentos más intensos de la noche y
de la vida.
A las ocho de la noche, cuando los oscuros
carriles de la calle 40 estaban de a cinco en fila de vibrantes taxímetros
camino de la zona teatral, sentía que se me encogía el corazón. Siluetas
expectantes se recostaban unas sobre otras en los taxis, las voces cantaban, se
oían risas de chistes no escuchados, y los cigarrillos encendidos demarcaban
gestos ininteligibles en su interior. Imaginando que también me precipitaba
hacia la alegría, y compartiendo su emoción íntima, yo les deseaba suerte.
7. Scott Brown,
Denise - Acerca del pop, la permisividad y la planificación
Durante los últimos sesenta años, la actitud no
“enjuiciadora” y “no direccional” ha influenciado las artes, las humanidades e
incluso las ciencias sociales. Recientemente, la arquitectura y el urbanismo
han sentido su impacto y, convencidos por las agitaciones de la sociedad y de
las artes, algunos profesionales han comenzado a buscar nuevas y mas receptivas
maneras de percibir el entorno. Es de esperar que a través de dichas
confrontaciones, los arquitectos y los urbanistas se inspiren para desarrollar
un conocimiento respetuoso de los artefactos culturales de la sociedad, junto
con una estrategia de desarrollo planificado, adecuado a las necesidades
palpables de la gente.
Alguien se ha referido a la actitud “no
enjuiciadora” como la mayor invención del siglo XX. Fue quizá Sigmund Freud quién comenzó a enfrentarse con lo
inafrontable de nuestro tiempo. Los términos “ no enjuiciador”, “permisivo” y
“no direccional” se relacionan primero con la psiquiatría. Tomando prestado el
análisis funcional de los biólogos, Robert K. Merton planteó que si continúan
existiendo las actividades que parecen “disfuncionales”, obviamente deben ser
funcionales a alguien, así que cerrar los ojos y rogar que desaparezcan no las
eliminará.
En una línea similar Herbert Gans ha demostrado como Levitown,
odiado por los urbanistas y reprendido por la clase alta, es en gran parte lo
que sus habitantes desean, y que las diatribas urbanas sobre la inutilidad de
la sociología y la inmoralidad de la dispersión urbana no harán que
desaparezca.
Una generación de planificadores provenientes de
las ciencias sociales ha hecho de esto su slogan, alabando Los Angeles y el
“dominio urbano sin lugar”, denunciando las inclinaciones de clase y los
traumas estéticos de los “planificadores físicos” de formación arquitectónica y
de los urbanistas del control y presionando por la reforma de la profesión del
planificador a favor de una nueva imagen, la suya propia.
El mismo pensamiento produjo en lingüística lo “no
direccional”, a lo que siguió un tumulto de pedantes que actuaban en nombre de
la preservación de los estándares. Este
movimiento ha influido en las ciencias políticas, la educación, el bienestar
social, y la salud pública, aunque solo en sus bordes exteriores. En literatura
se cuenta, entre otros, el esfuerzo de Gertrude Stein de “poner una cierta
rareza, algo inesperado, en la estructura de la oración, para restituir la
vitalidad del sustantivo”, y el intento de Tom Wolfe de desarrollar un estilo
de prosa adecuado a la descripción de Las Vegas.
En las artes, la tradición es aún mas antigua.
Francis Bacon decía que “no hay belleza exquisita sin algo extraño en sus
proporciones”. El estremecimiento que se genera cuando uno intenta que le guste
lo que no le gusta ha sido reconocido como un estremecimiento creativo desde
hace mucho; remueve al artista de sus rutinas estéticas y lo vuelve nuevamente
sensible a sus fuentes de inspiración. Se puede lograr al quebrantar reglas,
como hicieron los manieristas. La sacudida proviene aquí del uso inesperado de
un elemento convencional de manera no convencional: un arco con una columna
bajo la dovela clave, una sala con detalles clásicos y proporciones no
clásicas. Este efecto puede provenir también del uso de una fuente nueva y
escandalosa: las fotografías de Le Corbusier de grano del Oeste
de Estados Unidos y de remates de barcos lograron épater les bourgeois, dejar pasmados a los ciudadanos de varios
continentes durante varios años. Pero ya no lo hacen. La revolución se ha
perdido en sus éxitos sobre la dura cara de la metrópolis. Actualmente son los
envejecidos arquitectos modernos quienes “no pueden ver”. Su compulsión por la
pulcritud, mientras diseñan los proyectos de renovación urbana de millones de
dólares, causa desorden en la vida de muchos.
En las bellas artes, se ha descubierto una nueva
fuente de energía que causa horror: lo popular; que tambien es antigua.
Beethoven seguramente sacudió los salones con sus temas provenientes de
melodías folclóricas, pero los Beatles lo han “logrado” con las elites
intelectuales, y Robert Rauschenberg y Roy Linchtenstein aparecen en la portada
de la revista Time. Pero aún nos indignamos cuando un arquitecto observa
cualidades en una valla publicitaria o si un planificador elimina la emoción al
hablar de la dispersión urbana. Pero en definitiva, los arquitectos y los
urbanistas son advenedizos en este ámbito y pueden aprender de otros. De Edward
Ruscha, por ejemplo. Sus Veintiséis
gasolineras están fotografiadas de manera directa, sin arte, a excepción
del que esconde el arte. Sus Algunos
edificios de apartamentos de Los Ángeles son del fin del mundo, de partidas
de bridge, de cuatro pisos, sin ascensor, de camaradería con un tiki en el umbral y una piscina en el
patio. Los Treinta y cuatro aparcamientos de Ruscha, fotografiados desde un
helicóptero, asemejan pinturas de Allan D´Arcangelo: atravesados por flechas,
tensionados, diagramas abstractos en los que los dibujos de gasolina sobre el
asfalto desvelan un énfasis diferencial en una accesibilidad diferente.
El Sunset Strip de Ruscha, un lago desplegable a
modo de acordeón muestra cada edificio a lo largo del strip, cada uno
cuidadosamente numerado, pero sin comentario alguno. Deliberadamente
inexpresivo, una monografía erudita con una cubierta plateada y una caja
deslizable de sobrecubierta, podría estar en las plazas de Florencia, pero
sugiere una nueva visión del mundo inminente a nuestro alrededor.
Los planificadores y los urbanistas debieran ir
por delante, puesta que esta visión es muy pertinente en la proyectación de la
ciudad; no obstante son los cineastas – por ejemplo Michelángelo Antonioni en La Noche
y en El desierto rojo y, con mayor
eficacia en Blow-up – quiénes han
investigado las implicancias urbanas de la escena local. Los productores de
anuncios de televisión y los diseñadores de vallas publicitarias le han sacado
una buena ventaja a los arquitectos y urbanistas en el terreno del uso mixto de
palabras y formas que se refuerzan mutuamente a favor de una comunicación a
gran velocidad con un publico en movimiento.
Años atrás los poetas y quiénes hacían collages
intentaron mezclar fuentes de alta cultura y de cultura popular: Sweeney y
latín, billetes de autobús y un violín… y los Beatles lo hacen hoy. Pero
nosotros ejercemos presión para retirar las tiendas de ultramarinos de un
campus (o al menos evitar que esté a la vista), la gasolinera de un lateral de
un edificio público y la valla publicitaria de un paisaje. Nuestra arquitectura
y urbanismo se vuelve prolija, exclusiva, y terriblemente irrelevante.
La pintura de acción y el uso del accidente
controlado podrían reanimar el urbanismo, pero los urbanistas que admiran la
variedad ordenada de la arquitectura de los dogon,
o de las mill towns, se equivocan con
Levitown y la diseñan a partir de Reston, donde nada es accidental, ni las
decoraciones de los escaparates, ni el grafiti en forma de escultura, ni
tampoco las cuidadas vistas que, igual de certeras que las flechas de la
pequeña Kodak en Disneylandia, dicen, “saque esta foto”
Los arquitectos que compran op-art deberían comprar Los Angeles. Se trata del mismo sistema
uniforme y abierto con múltiples posibilidades para la definición y
redefinición del foco, dependiendo de dónde esté uno; a veces brillan mas los
amarillos, a veces mas los azules.
Estas nuevas y más receptivas maneras de percibir
el entorno, inspiradas en otras ciencias y en otras artes, son extremadamente
importantes para los arquitectos y los planificadores que esperan ser
relevantes: y cuando las modas artísticas cambien. Aún estaremos aquí, porque esta ciudad pop, este aquí, es lo que tenemos. No se la
barrerá bajo la alfombra, a pesar de Lady Bird Johnson; en su lugar necesita un
nuevo Patrick Geddes para entrar dónde “ni un brahmán ni un británico”
penetraría, para documentar y analizar con consideración y para prescribir una
cirugía conservadora basada en la creencia de que hay un patrón en la
dispersión, y orden en el caos.
Esto no significa abandonar el juicio, puesto que
la acción planificadora supone juicio. El juicio simplemente se aplaza
momentáneamente para hacerlo mas sensible. Gustar de lo que uno detesta es
excitante y liberador, y en definitiva reafirma el juicio.
Los arquitectos y los urbanistas han tenido
demasiada premura por normalizar. Mientras los hechos y los imponderables son
muchos, una mística o un sistema – una filosofía del hombre o una retícula
CIAM- puede sostituir la recopilación de
evidencia o el pensamiento propio. Esto los convierte en malos científicos y,
curiosamente, también en artistas indiferentes. Los científicos sociales han
hecho lo opuesto midiendo tendencias mientras Roma se incendia y olfateando los
“valores” de otra gente cuando deberían recomendar nuevas normas para una nueva
sociedad. Sin embargo, todo esto está llegando a su fin. Los arquitectos y los
científicos sociales se encuentran actualmente en muchos campos, desde la
protesta social y la planificación participativa al análisis de la cultura de
masas y sus artefactos. Los grupos ciudadanos cuentan con planificadores
defensores, e incluso en Europa, donde el autoritarismo del movimiento moderno
temprano es aún fuerte, los arquitectos y los urbanistas están aprendiendo a
incluí Los Angeles y Las Vegas en sus recorridos, al igual que las áreas mas
densas de Manhattan que admiraba Le Corbusier.
Los jóvenes que se enfrentan con problemas
sociales a menudo abandonan tanto la arquitectura como el urbanismo –tal como
muchos profesionales lo ejercen- al
sentirse frustrados por su irrelevancia respecto de los problemas reales de la
ciudad. En su lugar adoptan la planificación social o la planificación de
sistemas, o proyectos que requieren una inquietud social o comunitaria en lugar
de un servicio profesional. Se trata de un despilfarro y no debería suceder.
Puesto que además de un buen corazón lo mejor que un urbanista puede ofrecer a
una sociedad es su propia destreza y utilizarla para la sociedad, para desarrollar un conocimiento respetuoso de
sus artefactos culturales y una estrategia cuidadosa para su desarrollo,
adecuada a necesidades palpables y a la forma de vida de la gente. Ésta es una
actividad socialmente responsable y es, al fin y al cabo, lo que están haciendo
Herbert Gans y los artistas pop.
8. Vegara Gomez, Alfonso - La
ciudad digital
La descentralización espacial tuvo su origen en la
facilidad para la movilidad privada y en la disponibilidad de infraestructuras,
que hacían mucho más elásticas las opciones de localización y facilitaban la
descentralización de algunas actividades productivas. El cambio de modelo
tecnológico y el desarrollo de la sociedad de la información facilitaron la
crisis del modelo fordista, con el abandono de la gran fábrica autosuficiente.
Se producen profundos cambios en las relaciones espacio-temporales que soportan
los sistemas urbanos, la distancia se reduce por la facilidad del transporte y
por la accesibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías. Una contracción del
espacio que genera una alianza económica entre la ciudad y su región, fruto del
despliegue de una economía vinculada tanto a factores globales como locales por
un espacio cada vez más amplio. Se buscan emplazamientos atractivos y bien comunicados.
Al abaratarse los costes de implantación por alejamiento del centro urbano, se
dispone de mayor superficie para desarrollar actividades que necesitan ser
reorganizadas por las nuevas tecnologías. No se realiza de forma uniforme,
algunas economías locales salen fortalecidas frente a otras porque la
innovación no sucede en todos los casos. La forma urbana dispersa se
corresponde a una distribución heterogénea de actividad en el territorio
difícilmente reducible a un modelo, ya que el patrón de cada región es
diferente. A pesar de ello la centralidad fundada en la concentración espacial
sigue siendo necesaria y las ventajas de lo grande conviven con las ventajas de
lo pequeño, compatibles con las nuevas posibilidades de interacción.
Si tuviéramos que mapificar la compleja ciudad
contemporánea, las viejas analogías ya no sirven. Deberíamos acudir a
referencias derivadas de estructuras microscópicas o del cosmos, a imágenes
fractales y a la organización de partículas, campos y líneas de fuerza, a la
configuración de complejas cadenas de materia, a sistemas planetarios y
constelaciones, a esas máquinas tan difíciles de comprender, las proteínas, a
los complejos códigos genéticos que hoy son interpretados con series gráficas y
numéricas, de nuevo una analogía cibernética. Sin embargo, la pérdida de valor
del concepto clásico de centralidad en la nueva economía no conduce
inmediatamente a su sustitución por un concepto equivalente. Los procesos de
descentralización espacial han sido espontáneos y han generado externalidades
que nadie ha atendido. La ciudad emergente se caracteriza por su dinamismo, por
la mayor interacción y la mayor generación de viajes, con un tráfico siempre
creciente, por el incremento de la conectividad -de todo tipo- y sus
consecuencias en una sociedad dominada por las reglas del mercado, las
relaciones mercantiles tienden a dominar peligrosamente la vida colectiva.
Históricamente siempre se ha producido una relación clara entre innovación y
territorio, y de forma especial, la revolución digital está afectando tanto a
los flujos como a los nodos que organizan nuestra estructura territorial. La
compleja y dispersa ciudad contemporánea y sus tensiones de transformación son
un exponente claro de esta nueva relación entre innovación y territorio.
A modo de ejemplo se presenta a continuación un
“mapa” conceptual realizado como ejercicio del 1er semestre 2011. (trabajo realizado por Betiana Pérez y Mariana Niski)
La imagen puede descargarse con mayor resolución en http://www.megaupload.com/?d=5OJ9GXZ8
La imagen puede descargarse con mayor resolución en http://www.megaupload.com/?d=5OJ9GXZ8
No hay comentarios.:
Publicar un comentario